viernes, 20 de noviembre de 2009

¿ en que estan los arquitectos jovenes?


¿En qué están hoy los arquitectos jóvenes? 1) Mirando el horizonte, donde sea que este termine. 2) Organizando fiestas electrónicas. 3) Comprando ropa. 4) Haciendo maquetas. 5) Juntándose para comprar bases de proyectos del Estado, municipalidades, intendencias, de lo que sea y, luego, perdiendo o ganando esos proyectos.



6) Escuchando música: lounge & dark & bossa nova & jazz & pop & folk & indie. 7) Diseñando objetos en el extraño límite entre la utilidad y el arte o , mejor dicho, la inutilidad y el arte. 8) Pensando en la Antártida. 9) Experimentando con drogas blandas importadas por internet. 10) Perdidos en Nueva York o en la idea de Nueva York; o en Brasilia o la idea de Brasilia. 11) Haciendo películas enfrascados en fotogramas como apuntes de historias; pienso en “Zamora Express” y “La perla del puerto” de Rodrigo Cepeda: las imágenes nocturnas de una ciudad desquiciada, el vértigo, la sangre, el ambiente torcido y enderezado una y otra vez, con música punk o triste de fondo. Pienso en “Arcana” de Cristóbal Vicente: la cárcel de Valparaíso como un enigma que resolver, un pedazo de memoria que contar, un laberinto donde perderse y encontrarse de nuevo. 12) Dejando la arquitectura como si la profesión fuera una estación de paso hacia alguna parte desconocida. Los ex arquitectos como una tribu secreta, los veteranos de una guerra que sólo ellos conocen. 13) Dejando la teoría y colocando las manos en la masa, poniéndole el cuerpo a la obra. 14) Practicando deportes extremos vestidos de un impecable look outdoor. 15) Escribiendo poesía, mala poesía. 16) Teniendo sueños tórridos con el fantasma de Luciano Kulczewski. 17) Huyendo a Barcelona, huyendo de Barcelona. 18) Perdiendo o ganando tiempo en el SERVIU. 19) Transando con políticos o caciques locales. Una historia: a un arquitecto joven le encargan una sede vecinal de una comuna X y la diseña. Es un modelo estándar y el arquitecto joven va a la comuna X a ver las condiciones del terreno. Va todo bien hasta que le muestra el proyecto al presidente de la junta. Al tipo no le gusta y, acto seguido, insulta al arquitecto. El arquitecto le dice que esas son las condiciones, que es lo que hay. El presidente de la junta de vecinos se refiere al alcalde por su nombre y saca su celular, y lo llama por teléfono. Se tutean, hablan como compadres, mencionan un asado en el que estuvieron hace poco. Yuntas. El arquitecto joven mira la escena con desazón. Siente impotencia. Siente pena. Siente rabia. De vuelta a su oficina lo espera su jefe, al que el alcalde ha llamado. El arquitecto joven escucha cómo lo reprenden y le ordenan que construya lo que el presidente de la junta de vecinos se le ocurre y que se deje de joder, y que comprenda cómo son en realidad las cosas. El arquitecto joven mira a su jefe y se da cuenta de cómo son en realidad las cosas. 20) Probando peinados nuevos. 21) Poniendo lugares de moda. 22) Lamentando la muerte de la ciudad: la desaparición del barrio El Golf y el cine Las Lilas. La melancolía como el sentimiento secreto del arquitecto joven contemporáneo. 23) Buscando algo parecido a una identidad en medio de los croquis y los programas de computadoras, y las separaciones de las murallas miniaturizadas en las maquetas. 24) Comprando casas arruinadas por cuatro chauchas en barrios emergentes y convirtiéndolas en lofts: Brasil, Cerro Concepción, El Forestal. Los lofts como la imagen perfecta de la arquitectura joven chilena, de sus relaciones con la identidad y los modos en que enfrentan el espacio y la pega. 25) Volviéndose artistas: pintores, fotógrafos, escultores. 26) Luchando a como dé lugar contra el hecho y la tendencia a hacer arquitectura de catálogo. 27) De travesía: perdidos en Paraguay o Brasil o el sur. Arriba de lanchones y buses. Con resaca. Recuerdo lo que me contó un amigo: cómo llegó a una ciudad argentina sumergida. Algo había pasado y el pueblo había sido inundado, y su gracia era esa: había quedado bajo las aguas de tal modo que caminabas por las riberas y veías bajo el horizonte las sombras difusas de un pueblo fantasma bajo la laguna, una presencia espectral que era o que había sido un desastre, pero que estaba ahí como aquel museo con el que ciertos arquitectos jóvenes sueñan o tienen pesadillas: un paisaje ficticio imposible, secreto y, por qué no, magnífico.
Alvaro Bisama



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